No todos los que son de Barinas son mala gente (I)


Una de las cosas que me emocionaba cuando niño era que viajábamos todos los fines de año a Barinas a visitar a la familia por varias razones, una de ellas mi fascinación por agarrar carretera, de visitar ambientes diferentes al que estaba acostumbrado y otra, que gozaba un mundo en compañía de todos los primos.

Doce años después desde mi última visita se nos presentó la oportunidad de volver a la linda Barinas, ésta vez con muchas espectativas que iban desde reencontrarme con esa familia que tenía muchisimos años sin ver, observar en qué ha cambiado ésta ciudad y ¿por qué no? Me alimentaba cierto morbo de estar en la Barinas en plena era bolivariana.

Fueron cinco dias de rumba, sabor y conga (en éste caso rumba, sabor y maraca)

Dia 1: La noche anterior nos habiámos quedado en Maracay visitando a parte de esa familia que vive en la Ciudad Jardín, asi que llegamos al terminal a eso del mediodía. Tomando en cuanta que estámos en pleno asueto decembrino era muy dificil encontrar pasaje hasta Barinas y si lo conseguíamos sería para salir a la mañana siguiente pero eso significaba perderse un dia de jolgorio (tomando en cuenta que yo tenia que estar en Caracas para el 27 por compromisos profesionales).

Asi que decidí -y así se lo hice saber a mi madre que me acompañaba- que viajáramos a la manera “rock & roll” valga decir que tomáramos varias camionetas hasta llegar y le propuse que siguiéramos la ruta Maracay-Acarigua-Barinas. Mi madre aceptó y nos embarcamos a tomar la primera buseta.

Nos informan en el anden que para Acarigua ya no salen mas y nos sugieren que llegemos hasta Valencia para ir a nuestro primer destino, así lo hicimos y en menos de una hora estábamos en la capital carabobeña. Una vez llegados y en el mismo sitio vemos una gran cola de personas que iban a Acarigua, en eso vemos que hay una camioneta que está saliendo a Guanare y a la que le quedaban puestos.

-¡Melba coronamos!, esta nos dejara mas cerca y va saliendo –le dije a mi mamá

Enseguida nos montamos y luego de pagar 25 lucas cada uno nos arrancamos a Guanare, en las tres horas que duró el viaje (si, tres horas gracias a la mega autopista José Antonio Paez que hace que atravieses los llanos en un momentico) mi iPod viajero me deleitó con buen Hip Hop-Jazz de la mano de Kero One y luego un concierto de delicioso Ska tradicional a cargo de Prince Buster y The Determinations.

Una vez en el terminal de la capital de Portuguesa divisamos la buseta que nos llevaría a Barinas y sin mucha charla nos montamos, para nuestra fortuna también estaba por salir. Cinco lin cada uno y nos vamos.

Una hora nos tomó llegar a Barinas, mi cara de japonesito turista no era normal, trataba de recordar o de tener memoria fotográfica de la ciudad que tenía ante mis ojos.

Ya en el terminal y como nadie nos fue a buscar, optamos por tomar un taxi hasta la casa donde nos quedaríamos pero ¡oh sorpresa! Nos tocaron par de taxistas que no sabían donde quedaba la avenida solicitada, el tercero tampoco tenia mucha idea pero estuvo mas presto a ayudarnos, nos montamos y el chofer por medio de radio pidió ayuda a la central, le indicaron y en 5 minutos estabamos al fin en nuestro destino.

Para mas señas, es la misma casa donde nos quedábamos en todas nuestras visitas de cuando era niño y a pesar de su nueva mano de pintura en la fachada por dentro estaba igualita como que si 12 años pasaron en vano.

Luego de reencontrarme con muchos tios y muchos primos (muchos de ellos no los reconocí) me reciben con un vaso de whiscacho y una silla para echar una partidita de dominó. Reconozco que me dieron una pela pero al menos me divertí.

El periplo me había dejado cansado de modo que me acosté temprano inocente de lo que me esperaba en los dias siguientes.

-Si, estoy en Barinas, Yeah!

Off the record...


"Somewhereeeeeeeee over the rainbow..."